-->

2013 ARGENTINE Camping-car

ARGENTINA - CHILE
De Ushuaïa a Perito Moreno
2013
01 de diciembre a 16 de diciembre




De la ruta de adversidad al camino de la amistad
Con Anne Marie y Gabriel


De Ushuaia a Perito Moreno

En medio de fuertes ráfagas, la mañana del 1 de diciembre, Anne Marie y Gabriel nos esperan en su casa rodante, listos para embarcarnos.

Mi More y Gabriel atan sobre el techo nuestras bicicletas justo antes de que caigan los primeros copos de nieve.
Al arrancar, la lluvia de nieve es densa. Estamos contentísimos de haber venido hasta Ushuaia, pero nos sentimos felices de dejarla atrás!!!

Sabíamos que esa noche iríamos hasta Onasin, en Chile, pero nos sabíamos cuánto tiempo más podríamos continuar con ellos.

Onasin, un punto minúsculo sobre el mapa, es nuestro lugar de cita con los pingüinos.

Pero no con “simples” pingüinos. Obviamente, con los pingüinos reales.

El viento glacial nos quema la piel pero nos sentimos felices lejos de la nieve.

La entrada a la duna está cerrada con un trozo roído de cadena. A las 9:00 de la tarde, el guardia nos pide 18 000 pesos chilenos (algo así como 200 pesos argentinos o 30 dólares) por dejarnos acceder hacia el pequeño parque privado. Más caro que los parques nacionales.

Pero nuestro equipo lo sensibiliza y al final, acepta dejarnos entrar por la mitad invitándonos, incluso, a instalarnos en el parque para pasar la noche. Los chilenos, los mexicanos y todos los latinoamericanos: somos hermanos!

Son casi las diez de la tarde, los rayos de la primavera austral alborean sobre el perfil de la duna. Ahí están nuestros amigos, justo del otro lado del riachuelo, formaditos frente a nosotros, como esperándonos. Sin rebasar las distancias marcadas, avanzamos para verlos mejor. Su plumaje tricolor parece de terciopelo; se mueven lentamente entre ellos, cruzándose y tocándose, tal cual si fueran buenos compadres. Luego, en un eco ritmado de un lado a otro de la duna, se ponen a cantar. Igual que en una velada entre compadres. Hay que verlos para creerlo. Además de hermosos, son súper chistosos.

Esa noche, a pesar del paravientos que nos protege, el aire helado congela en nuestra tienda.

Desde el principio del viaje, nuestros anfitriones nos habían propuesto la “recamara de los invitados”; el viento frio nos empujará a aceptar.

Nuestra pequeña semana chilena fue un entrenamiento al andinismo (y yo con mi rodilla aun lastimada) en el Parque Nacional del Paine.

Un parque inmenso en donde seguido cruzamos familias numerosas de ñandús, guanacos, maras (enormes liebres), zorros, armadillos… que uno no puede evitar preguntarse cómo pueden, ellos, soportar el azote del viento!

En el parque soplaba tanto que la primera noche velamos preguntándonos de qué lado se iba a voltear la casa rodante. Ahora sabemos que una sola ráfaga es capaz de voltear hasta los camiones más pesados.

Anne Marie y Gabriel bajaron de lo alto de su cama y se improvisaron otra más baja. La cosa es que nadie pudo dormir.

Pero aunque cansados, al día siguiente todos estábamos alistados para partir a la conquista del Glaciar Grey.

Comenzamos dejándonos transportar en catamarán, sobre la superficie azul polar del lago hasta nuestro sendero. Al arrancar nuestra excursión teníamos 8 horas por delante para realizar tres metas: subir, dejarnos maravillar con el glaciar y regresar al embarcadero antes de la salida del último barco. Como sólo logramos las dos primeras, en el refugio del parque, tuvimos que alquilar equipo para acampar. Así pasamos la noche bajo una tienda en pleno bosque. Más que nunca echamos de menos el calor tailandés. Para no pensar, nos dejamos arrullar por los estruendos aforismeros del glaciar.

De buena hora y de buen humor, dos días más tarde retomamos los senderos verticales hacia la montaña.

Esta vez, será para subir hasta el mirador de las Torres del Paine.

Llegamos hasta este punto por un camino igual al de las cabras, uno de los más largos y más empinados, cruzando los puentecillos que atraviesan raudos caudales, hidratándonos al pie de las cascadas, haciendo pausas para mirar las flores y desolándonos por tantos árboles quemados. Incendio forestal de 2011: la impertinencia no puede ser sino humana.

Algunas horas más tarde, sobre las alturas del mirador contemplamos las agujas de roca blanca que parecen emerger del azul del lago.

Frente a un templo tan grandioso, sólo nos dejamos invadir.

Hace ya una semana que viajamos juntos y afuera el viento no para.

¿Hasta dónde podremos avanzar con ellos?

Los días pasaban, los kilómetros avanzaban y nuestro equipo se soldaba.

Anne Marie y Gabriel han viajado mucho. Nosotros también. A ellos les gusta mucho la música y la lectura. A nosotros también. Gabriel es un excelente bricolero. Mi More también.

Anne Marie es muy abierta, risueña y le encanta preparar la buena cocina. A mí también.

Todos juntos nos entendemos bien, nos entreayudamos, compartimos el pequeño espacio respetando el lugar del otro…

Cada día nos conocemos más.

¡Qué suerte para nosotros el haberlos encontrado!

Con ese ritmo regresamos de nuevo a Argentina para ir en dirección de El Calafate.

Desde ahí podremos visitar más fácilmente el glaciar más ancho y más accesible del Planeta, el Perito Moreno (nada que ver con el pueblo que lleva el mismo nombre). 

Siguiendo los kilómetros de una vereda en madera y sin soltar la baranda, se puede llegar hasta los balcones instalados frente al inconmensurable monumento.

El viento golpea sin descanso pero en uno de los balcones, un poco abrigado, podremos posarnos para dejarnos cautivar enteramente.

La luz azulada que disipan las fallas tiene un efecto calmante pero es imposible el recogimiento todos impacientamos por escuchar el estruendo de las expansiones del glaciar y admirar el desplomo de los pesados trozos de hielo.

A pesar del frio glacial, pasamos horas frente a ese palpitante teatro natural.

Una casa rodante tiene mucho confort: varias camas, una mesa, baño con ducha, cómodas y alacenas y hasta contactos eléctricos pero, particularmente en la Patagonia, una casa rodante es un refugio cálido contra los elementos en plena naturaleza.

Cuántas veces juntos saboreamos las pausas en medio de la nada y esas noches dejándonos arrullar y despertar con el canto de los pájaros. Hubo incluso momentos en los que teníamos la impresión de volver a la vida de antaño: los hombres a cargar agua y las mujeres cocinando!!!

Las horas pasan y nosotros parloteando y carcajeando.

En El Chaltén (montaña que humea) otra vez andinismo.

Nuestro trofeo será ganar el mirador del Fitz Roy. Hé, hé, hé!!!

Anne Marie logró dominar su vértigo y Gema el dolor de su rodilla, aun inflamada desde la maroma en bicicleta. ¡Uf, que rendimiento! Estoy segura que muchos lo pondrían en su “ridículum”.

Fue uno de los más lindos días. Es decir, casi sin viento.

En la carretera entre El Chalten y Bajo Caracoles, un viajero pide aventón. Donde caben cuatro caben cinco, dicen Anne Marie y Gabriel al momento que se paran. En serio que qué simpáticos son.

El chico se llama Christian, es un viajero alemán que habla un poco español.

A La Lucia, única granja en nuestro camino, Ricardo se pone contento de ver llegar tanta gente y nos guía hasta un paraviento para pasar la noche. Detrás de los álamos la atmosfera se aquieta.

Esa noche degustaremos el pastel preparado por Anne Marie y, entre cinco, brindaremos con un rico espumoso por mi cumpleaños.


Salud y Felicidad para el mundo entero.

Con el pensamiento nos unimos a nuestros hijos…

En el acotamiento de la carretera algunos viajeros acuestan sus bicicletas en el suelo para pedir aventón.

Esos que dicen haber atravesado la Patagonia en bicicleta, buscan engañar.

Todos los viajeros en autobús cuentan que ponen sus mochilas en los mismos compartimientos que los ciclistas ponen sus bicicletas.

Pero en las páginas de internet todos aparecen como héroes de una peripecia, humanamente imposible. Tanto por las enormes distancias, incluso en cuatro ruedas, como por los pésimos caminos y la violencia del viento. Para nosotros no es reto, sin complejos, estamos felices de nuestra suerte.

Dejamos a Christian en el cruce solitario que lo llevará hacia Villa Holggins, en Chile, donde iniciará con su pesadísima mochila, su caminata por la Carretera Austral.

El final de nuestro viaje compartido también está acerca. Pero, por el momento, en equipo continuamos hacia Bajo Caracoles para acercarnos a la Cueva de las Manos.

Una sorprendente cueva decorada con pinturas rupestres y huellas calcadas de más de dos mil manos; eso parece.

La cueva parece un nicho en las alturas de un muro de roca rojiza imbricada en el cañón del Rio Pinturas. Para llegar hasta este refugio de los primeros habitantes de la Patagonia, hay que ceñir la gigantesca roca durante poco más de 1 km, a través de una vereda de madera protegida con baranda. Allá en el fondo del cañón contrasta el rio bordeado de sauces y una multitud de felices vacas.

El cuadro geológico es tan sorprendente como la gruta de manos izquierdas calcadas en el corazón del soplo artístico de una rústica sorbetana; de esto hará algunos 12 000 años.

Estamos en Perito Moreno (pueblo) desde el 15 de diciembre. Anne Marie y Gabriel se quedaron dos días con nosotros y, luego de una velada de despedida, retomaron su camino. Héhéhé!!!

Pero no por mucho tiempo.

Nos están esperando en Los Antiguos (a un día en bici); como todo el mundo lo sabe, la navidad es una fiesta que se vive en familia.

¡Ya estamos en camino, amigos !!!

Los caminos del viajero suelen más mágicos que sus mismos sueños !!!








Ver el video

Volver al inicio