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2014-01 CHILI - Perito Moreno a Santiago

ARGENTINA - CHILE
De Perito Moreno a Santiago
2013 - 2014
17 de diciembre a 01 de febrero


Chile del sur y el verano austral Finales de diciembre en Argentina.

Nuestras bicis están impacientes por merodear en la calma de un tibio paisaje, lejos del viento patagón, de la nieve, del ripio que le disloca y las satura de polvo… 

Finalmente nos damos cuenta que nos somos tan intrépidos como creíamos. Pero, eso de avanzar empujando nuestras pesadas bicicletas durante horas, o días, para tratar de descubrir un paisaje que no cesa de chicotearnos la cara, como que no nos dice absolutamente nada. 

 Para nosotros, un viaje en bici supone antes que nada, un agradable paseo, obvio, con sus dificultades, pero sobre todo, nada de tortura. 


En fin, todo eso para decir que el 28 de diciembre, luego de una última velada en Los Antiguos (sur argentino) con Anne-Marie y Gabriel (http://lestrotteurs.eklablog.com/), nos dimos a la tarea de improvisar semejante huida con la idea de salir de la hostilidad climática lo más rápidamente posible. 

Pero en nuestra impaciencia por partir no escogimos, lástima, mejor compañía. ¿Cómo hubiéramos podido imaginar lo que se escondía detrás de la amable máscara bien trabajada de Carlos, vecino de nuestros amigos en el camping y con quien habíamos pasado navidad? Pésimo y peligroso conductor, arisco, impaciente, de mala fe… 

Aunque fue atravesamos aquel enorme desierto en tensión, debemos reconocer que fue gracias a él que salimos del frio, del viento y del polvo. 

Así que de un salto supersónico llegamos a Barriloche y atravesando, otra vez la Cordillera, entramos a Chile por Osorno. 

Esa noche del 29 de diciembre, por fin en la calma de esta ciudad, pensábamos en Anne Marie y Gabriel, aun en los Antiguos. A 800 km más hacia el frio. 

Bienvenido 2014 y bienvenido también el verano austral en Valdivia. 

Qué rica tibieza en tan ribereño resplandor. Las calles están animadas de vacacionistas foráneos y locales.

La corriente citadina nos lleva hasta el mercado fluvial para hacer lo que todos hacen al llegar aquí. Nada. 

Simplemente dejarse cautivar por la imagen más valdiviana: centenas de pájaros y decenas de lobos marinos compartiendo las vísceras y otros restos animales lanzados desde las mesas de las pescaderías del mercado. 

Los lobos, pesados como son, osan incluso pasar a través de los hoyos de la malla ciclónica para posarse a los pies de los pescadores y tratar de atrapar el trozo mas grande. Así se les va el día, yendo entre la vertiente, el mercado y la banqueta; comiendo, jugando y durmiendo. 
Un verdadero aqua-circo al natural. 

Siguiendo la ruta costera, tratamos de avanzar hacia el norte pero llegando a Puerto Saavedra, al cabo de tres días de ruta, nos dimos cuenta que no podríamos ir más lejos. 

Probablemente este fastidioso ripio esté por toda la América del sur, como si nos estuviera siguiendo para hostigarnos. En todo caso, los caminos sureños a la orilla del mar son empinados y escabrosos, frecuentados solamente por moles en cuatro o seis ruedas, 4X4 y pic-up, tan frecuentes por aquí. Pero nosotros, lo único que queremos es continuar nuestra ruta hacia el norte por un camino tranquilo. Además del ripio, en este circo interminable de pinos y eucaliptus, los incendios forestales están al día. Me temo que ese caminito tan deseado, no será fácil de encontrar. 


Después de Puerto Saavedra, alejándonos de la costa, terminaremos apropiándonos el borde de las carreteras pequeñas, bastante empinadas (normal, estamos rozando los Andes), casi esencialmente transitadas por los dobles remolques atiborrados de troncos de madera. 

Así atravesamos Nueva Imperial, Traiguén, Purén y Cañete. Región Araucanía, Territorio Mapuche. Íbamos esperando divisar algunas comunidades Mapuches insinuadas entre la densa vegetación del bosque. Pero no. La única etnia chilena que se mantiene en rebelión contra la Conquista Española se asimila, a pesar suyo, cada vez más a la población moderna, cambiando sus tradicionales rukas de paja, por casas normales. Imposible hacer la diferencia. 


El mar aflorará en nuestro horizonte llegando a Arauco. 

En la COPEC (digamos el Pemex chileno), Marina alcanzó a distinguir la bandera mexicana que ondulaba en la bicicleta de Gema. 

Ella e Iván, su esposo, nos abordan y en la emoción que inunda dos compatriotas que se encuentran en el exilio, la pareja nos propuso alojarnos. 

Estando ya de salida, dieron media vuelta para llevarnos hasta su casa e instalarnos. Sin conocer nada de nosotros, sólo nuestra nacionalidad y a grandes líneas nuestro viaje, nos dejaron en su hermosa casa, con el juego de llaves, su segundo vehículo y todas sus pertenencias a nuestro alcance. Una admirable prueba de confianza que pocos se permiten. “Si no somos capaces de desprendernos de lo material, nunca podremos confiar en nadie”... Esas fueron sus palabras. 

Marina, ginecóloga titulada en México y también en Chile, vive en Arauco con Iván, de nacionalidad chilena, y sus dos hijos, Guillermo y Diego. 

Los afectos culturales que enlazaron el encuentro de las dos chicas se fue transformando en poco tiempo en lazos de amistad entre las dos parejas. Para ser breve, esta adorable familia que nos acogió, nos hospedo y nos apapachó durante varios días, nos atrapó el corazón para toda la vida. 

De hecho, de haberles escuchado, aun estaríamos con ellos. Con Iván, ingeniero forestal, aprendimos mucho sobre la gestión productiva de los bosques chilenos y la lucha intensa contra los incendios. Con ellos descubrimos detalles de la historia y de la cultura chilena y el universo de una familia chilena que vive muy bien; además de su afecto, compartieron con nosotros, verdaderamente, todo lo que tenían. Y no sólo eso, sino que también nos pusieron en contacto con el resto de su familia y sus amigos en la Región. 

Así fue como conocimos a Ruth, la mamá de Iván, quien nos brindo preciosos momentos de su historia cuando estuvimos alojados en su casa en Concepción. 
Luego también, pudimos conocer a Ruth y Sergio, quienes en un fin de semana nos iniciaron al merken (picante chileno), al fant-chop (bebida a base de fanta y cerveza), al mote con huesillo (bebida refrescante con trigo cocido, durazno y almíbar), nos enseñaron el arte de saber escoger las empanadas y nos contaron trozos de su vida durante los lindos paseos por las rutas y ferias (mercados) de la región. 
Cuando llegamos à Curicó, ya nos estaban esperando María Elena, Hernan, sus hijos, Catalina la futura francesita y el tremendo Maximiliano y el sobrino, Fernando. 
Con todos ellos, la misma tarde llegamos hasta la casona de la familia de Juan Carlos donde Hernan nos preparó uno de sus mejores asados (parrillada sud americana). Tiempo nos faltó para conocer a todos los miembros de estas lindas familias pero el encuentro fue realmente acogedor. 

Ruth, la mama de Ivan
Ruth y Sergio

Juan Carlos, Hernan, y sus familias

Maria helena y sus niños



En espacio de unos días había tomado otra dimensión. Más que dos extranjeros perdidos en los Andes nos estábamos volviendo parte de un nuevo grupo de amigos, sintiéndonos cada vez más en el sueño, el humor y la preocupación chilenos.

De encuentro en encuentro llegamos hasta Talca. La ciudad donde nadie nos esperaba.

Pero, una vez más, el acogimiento cultural nos tenía algo reservado.

 En la calle donde Gema zigzagueaba en búsqueda de un hotel, Patricio, que nos observaba a distancia, vino a presentarse a Jean-François para proponernos de alojarnos en su casa.

Si en un principio Gema dudó, rápidamente se dio cuenta que no tenía razón.

Esa tarde, después de ducharnos y tomar “la once”* con Patricio y Alejandra, su hija, subimos todos al coche para ir al encuentro de Tere, la esposa de Patricio, a la salida de su trabajo. Como en un momento de familia, recorrimos juntos las calles alumbradas de Talca (hacia las 22 horas) para ir hasta la casa de los abuelos.

Podríamos imaginar que la mayoría de los chilenos son así, abiertos y amigables con los extranjeros. En todo caso, la gente que hemos encontrado nos ha mostrado una simpatía espontanea, curiosidad, admiración por nuestra aventura y sus ganas de viajar.

Globalmente, Chile nos da la impresión de un país bastante civilizado y muy organizado. En los barrios de las ciudades y zonas rurales, los servicios evolucionan gracias a proyectos presentados por los propios habitantes. En los comercios, por minúsculos que algunos sean, siempre dan una factura o un recibo de compra, mostrando bien que la operación lleva una contabilidad.

Nuestros encuentros con la gente, de cualquier esfera social, siempre van nutridos de información. Como que los chilenos en general están siempre al corriente de la actualidad de su país y de la evolución de su historia mestiza, conscientes de también de las necesidades y límites de su sociedad. Curiosamente, el pueblo chileno cultiva dos orgullos opuestos. Por un lado, todos se identifican a Lautaro, el gran cacique Mapuche que derrotó a los españoles. Por el otro, todos reconocen a Pedro de Valdivia como fundador o Padre de la Patria.

Esto ha construido un Pueblo fuertemente europeo pero con una consciencia por el equilibrio de la Tierra y sus recursos. Consciencia Amerindia.

Sobre los caminos de los Andes, todo nos parece relativamente fácil.
Todo excepto ese triste alambrado a lo largo de las rutas, impidiendo al viajero a pie o en bicicleta apreciar al máximo de su espacio, de vivir plenamente el placer de alejarse de la carretera para un descanso tranquilo bajo un sombreado.
Encontramos el defecto de este perfeccionista país.

Estamos escribiendo este mensaje en el silencio de una de las salas más grandes y más bellas de la Biblioteca Nacional. Estamos en Santiago desde hace unos días.
En esta biblioteca pasamos nuestras mañanas, como muchos “santiaguinos” estudiosos, alrededor de una mesa para darles noticias.
Desde las primeras horas de nuestra llegada, Santiago nos daba ya esta impresión de nerviosismo y desconfianza propia de las grandes capitales. Pero gente relajada y afable hay en todas partes, incluso en las grande y nerviosas ciudades.

Como Mayo y Álvaro, los dos jóvenes que nos alojan en Santiago.

Ellos hacen parte de la red Warm Showers, una comunidad internacional para ciclo-viajeros. La joven pareja tiene una tienda de bicicletas.

Para ellos, compartir su espacio y su tiempo con los amantes del pedaleo, hace parte de lo suyo. Además del ciclismo, los dos son activos en la lucha por el reciclaje y comparten el cariño por sus perras. Tienen tres. Vegetarianas. Como ellos. Para aprovechar el domingo en su compañía, fuimos a la playa de Algarrobo donde los padres de Álvaro tienen una casa. Tuvimos el gusto enorme de conocerlos, de comer juntos y charlar largo y tendido con ellos. Y, como en Europa, al terminar la comida, vino el paseo a por orilla del mar. Algarrobo, bella y extensa estación balnearia al pie del bosque.

Es como si, por habernos cerrado las carreteras, Chile nos abriera los caminos hacia el corazón de su población, hacia su cultura, su acogimiento y su amistad.
Ojala, eso pudiera continuar así.

En dos días, dejaremos la cuidad de Santiago para continuar hacia el norte del país.
Desde que Marco y Anne-Prune llegaron a Perú, más que nunca quisiéramos avanzar…

Esperamos que todo vaya bien en sus proyectos y que pronto el buen solecito venga a calentar sus días. Reciban todos Abrazos VagaMondos y que lo pasen más lindo que lindo!!!

*Once, es el número de letras de “Agua ardiente”. Prohibida en los viejos tiempos, se podía pedir un once sin comprometerse con otras palabras. Actualmente, todo mundo toma once en Chile pero su significado ha cambiado. “Las once”, designa la comida de media tarde, entre las 16h y las 20h, en la cual, la mayoría de las veces se sirve palta, como se nombra aquí al aguacate, pan francés, sopaipillas (algo así como buñuelos gorditos y salados), jamón, queso, mermeladas… Lo todo, acompañado con un rico té.






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