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2012 - INDIA - Karnataka - Comentarios

INDIA
Karnataka
2012
16 de febrero - 10 de marzo

Karnataka, del mar a la montaña

Entre Goa y Kerala, Karnataka. 


Estado del sur de la India con el mismo número de habitantes que toda la población francesa (50 millones), pero de una superficie tres veces más pequeña (192 000 km2).

Región diferente, idioma diferente. 

Aquí se habla una de las más antiguas lenguas drávidas, el kannada.

Afortunadamente para nosotros, angloparlantes, hay en todas partes.

Llegando a Gokarma, una pausa en nuestra ruta nos permite descubrir las pequeñas comunidades de forjadores de fierro. 
Algunas familias, por supuesto de intocables, viviendo bajo un toldo pesado de polvo y mugre, que se organizan entre ellos para fabricar, de una manera casi primitiva, los largos y curvados cuchillos que servirán al comercio cocotero.
En Gokarma, pequeña urbe en el norte del Estado, la Noche de Shivá nos esperaba. 
Sin saberlo, habíamos tomado el mismo camino que miles de peregrinos toman durante el mes de febrero de cada año, para asistir a la celebración de Mahashivarastri, la solemne adoración a Shivá (celebrada en diferentes lugares de la India). 
Desde la entrada al pueblo hasta la orilla del mar, la calle principal resplandecía en suntuoso atavío para tan magna ocasión. 
El suelo cubierto de tapices y el gigantesco cielo fucsia constelado con mil flores ondulantes, acogía bajo el cruel calor, los pies descalzos de los peregrinos. 
Lejos del Ganges, los fieles practican un baño ritual en el Koti Tirka lake (un estanque de dimensión equivalente a un campo de futbol), antes de visitar el templo.

El perfume de incienso se mezcla a la música religiosa, mientras que las ramilleteras preparan las ofrendas a la entrada del templo. 
Un coco entero, algunas flores, dos o tres platanillos, una hoja de plátano o un pequeño plato de cobre, el conjunto hace de su embeleso, un divino ramillete. 
¡No hay mejor regalo para honorar a Dios!
Ceremonias de fuego, adoraciones, procesiones, cantos, meditaciones… se prolongan de día como de noche. 
Nosotros, asiduos observadores de las creencias del mundo, asistimos cautivados sin comprender totalmente el significado de todos estos los ritos pero es para nosotros la ocasión de descubrir la religión, la tradición y el fervor hindú.
Y por supuesto, también para probar las preparaciones especiales de estas fiestas, como el Thandia, por ejemplo. Esa mezcla de leche, miel y almendras que los Sadhus (sacerdotes) ofrecen cuando se visita un templo. 

El veinte de febrero, fecha de la “Noche de Shivá”, los peregrinos siguen llegando. 
Viejos y jóvenes, ricos y pobres, hombres y mujeres sin importar ni clase ni casta, una interminable fila los unirá a todos por lo menos un día, antes de entrar al templo. 
Algunos asocian esta fiesta a la boda de Shivá y Parvati, otros hablan de la noche en la que Dios ejecuta la Danza de la Creación. 
En el interior del templo, los Sadhu y los Gurús bañan al dios Shivá con una mezcla de leche (producto de la vaca), miel, flores y agua mientras que otros cantan o recitan los mantras sagrados en un ritual que se prolonga durante toda la noche. 
Para todos los hindúes es un momento de invocación, de oración, de meditación. Dos días después, un carro alegórico espectacular, de la misma forma y tamaño que un templo pequeño, formado por una portentosa base de madera, maravillosamente esculpida, sobre la que mil banderillas de colores lo enaltecían, cual una gigantesca cofia. 
La clausura de la fiesta, estaba en puerta.
Bajo las impetuosas percusiones de los tambores y una lluvia vehemente de platanillos, simbolizando la abundancia de las cosas buenas, el portentoso edificio fue tirado por cientos de fíeles a lo largo de la calle.
Gritos, aplausos, llanto, agitación… 
El furor espiritual en su máxima, máxima expresión. 
¡Alabado sea Shivá!
La religión gobierna el Alma hindú y su moral en la Tierra. 
Podríamos contar por decenas el número de templos en un sólo pueblo o, sobre nuestro camino, en un sólo día de pedaleo. 
Y ese número no es aun suficiente ya que centenas de templos se siguen construyendo. 
A condición de tener dinero, cada hindú puede construir su propio templo y dedicarlo al Dios de su elección sin necesidad de autorización particular. 
Excepto en el caso de los más antiguos, la mayoría de los templos comportan únicamente un Mahamandaban, espacio o recinto donde se reúnen los fieles, y un Garbagrya o santuario; generalmente oscuro, místico y misterioso.
Karkala

Este santuario principal representa el Espíritu Humano y, albergando así al Dios principal del templo, es generalmente oculto por varias series de cortinas. 
Algunas veces durante el culto religioso, el Sadhu retira, ritualmente, una por una las series de cortinas. Esto es para demostrar que si Dios es omnipresente, nuestros ojos no lo pueden ver ya que nuestros pecados forman, como las cortinas, un velo que lo oculta de nuestra percepción. 
Si, a través de la práctica de la virtud logramos retirar ese velo, la luz de la sabiduría nos permitirá vislumbrar lo Divino.
Cualquiera que sea la dimensión del templo, entre el Mahamandabam y el Garbagrya, habrá siempre, sistemáticamente, una caja fuerte. 
Sobre todo, no salga usted del templo sin agradecer a Dios.
El hinduismo concentra, sin lugar a dudas, los conceptos filosóficos más antiguos, más completos, más sabios… de la historia de la humanidad. 
Pero, si en su inicio, eran las cualidades naturales (o gunas) de cada persona lo que permitía distinguir a los sacerdotes (Brahmanes), a los administradores (Kshatriyas), a los comerciantes (Vaïshyas) y a los servidores (Shoûdras), con el paso del tiempo y las influencias de otras culturas, esta elección se volvió un sistema de castas, sub-castas y fuera-de-casta (los intocables), impuesto por herencia y no revocable. 
Tal cual se abre en nuestro camino cada día. 
Las prácticas religiosas de la India moderna, a los ojos de nuestra pequeña condición de trotamundos, nos parecen, algunas veces, superficiales y terriblemente desnaturalizadas, concretamente en lo que concierne a los intocables y a las más bajas castas.
Pero, desde cualquier punto de vista, la India es un paradojismo cultural. 
Sólo aquí se pueden ver templos maravillosamente esculpidos que contrastan con la cantidad espectacular de inmundicia que los rodea; un sin nombre de ostentosas joyerías que se codean con majestuosos palacios, en barrios donde el drenaje impera a cielo abierto; magníficos coches religiosamente mantenidos, circulando sobre en carreteras en un estado, por demás lamentable; mujeres descalzas, adornadas con magníficas joyas; ritos y cultos de profunda espiritualidad en medio de una circulación cacofónica; gente, que en medio de la miseria, acoge al viajero con una sonrisa que pellizca el corazón… 
No hay nada que explicar, ni nada que entender. La India es una sacudida brutal, el más recóndito destierro; una Tierra, una Cultura que choca y fascina a la vez.
Dejando Gokarna atrás, atravesamos Karnataka haciendo escala en Murudeshwar, donde visitamos la gigantesca estatua de Shivá y su templo; 



En Malpé, donde nos paseamos en un puerto que sorprende por sus 2000 barcos de pesca, aquí fue donde conocimos a Edy, Kaliz y Franck, franco-dominicanos de vacaciones con su familia hindú de adopción.



El 27 de febrero dejamos la orilla del mar para descubrir la montaña, la vegetación interior y la antigüedad hindú. 
En nuestro camino, la ciudad de Karkala nos regala Gommashwanara, uno de los más antiguos templos Jainista con una impresionante escultura de un Dios desnudo, Gommateshvara, alta de 12 m aprox. 
Nuestro camino no deja de ascender pero la calma y las parcelas de arroz, en vastas e irregulares escalinatas bordeadas de cocoteros, vigorizan nuestro ánimo, medio atolondrado por del ruido de la circulación. 
Belur y Halebid, nos ofrecen dos grandes obras maestras de la dinastía Hoysala, dos templos pura maravilla de la escultura milenaria; 
Shravanabelagola nos transporta sobre sus 700 escalones que llevan hasta el cielo. 
¡No! Hasta la cima de dos fabulosos monolitos en donde se encuentran dos templos Jainistas, uno dedicado (una vez mas) a Gommateshvara. 
Esta vez, su imponente estatua rasca los 18 m. Una formidable expedición que los peregrinos realizan siempre descalzos. 
Nosotros, para evitar las quemaduras, nos permitimos hacerla en calcetines. Y nuestra ascensión continúa. A estas alturas nuestro paseo nos lleva entre los prodigiosos cultivos de té. Colinas y más colinas completamente vestidas de los maravillosos arbustos de esta preciada planta. 
No lejos de ahí, los campos de café. En flor. Como para coquetear a nuestro encanto. Acacias, bananas, pinos, cocoteros, palmeras, mangos, tamarindos y las mil especies más que completan el inventario que dio a la India, desde la antigüedad, su esplendorosa reputación. 
Una estancia en Mysore para admirar su palacio, sobre todo de noche cuando las luces lo enaltecen.

Y si luego de tanta ascensión nos creíamos en plena montaña, de la cima, aun estábamos lejos. 
Después de Mysore, subimos algunos cientos de metros para aprovechar el aire puro de la Reserva de Bandipur (o Mudumalai)
Nadie, ni autoridad presente ni otro, trató de impedir nuestro paso en bicicleta. 
Nosotros continuamos sin tensión ni cuestión. 
Pero la despreocupación nos duró poco ya que a varios kilómetros en el interior de la reserva, la señalización prohíbe a los conductores salir de los coches. 
Venados, macacos, elefantes, tigres, pavorreales y otros animales, totalmente silvestres, circulan libremente de un lado a otro de la carretera. 
En nuestra travesía en bicicleta tuvimos la suerte de ver una familia de elefantes, pero la verdadera suerte fue, que ellos no nos vieron a nosotros. 
Y como lo mejor hay que dejarlo para el final, el 13 de marzo, henos por fin a Ooty
A 2600 m de altitud. Que vertiginoso y refrescante esfuerzo. 
Se los dejamos para la próxima.

Estamos actualmente en Palakkad, en el Estado de Kerala. En unos días más alcanzaremos de nuevo la orilla del mar, pero a nosotros, el calor tremendo ya nos alcanzó. 
Continuamos bajando, el extremo sur de la India nos espera. 
Pronto el contador pasara los primeros 9000 km de nuestro viaje.

Pórtense bien, sean felices y compartan con nosotros!!!




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