-->

2013 - TAILANDIA - Rayong Prachuap - Comentarios

TAILANDIA
De Rayong a Prachuap Khiri Khan
2013
09 de marzo - 23 de marzo

Horizonte Prachuap Khiri Khan

Por fin, el 17 de marzo pasado, logramos salir de Rayong y su “Sea View Hotel”.
No para continuar hacia el extremo sur de Tailandia y entrar a Malasia y luego volar por los aires hasta Australia y Nueva Caledonia, como lo habíamos previsto, sino sólo para instalarnos a mitad del camino, en Prachuap Khiri Khan.

¿Para que ir a buscar más lejos o esperar más tiempo para hacer una pausa, si en nuestro camino encontramos un pueblito, un paisaje y un ambiente que nos apetecen y que podemos aprovechar inmediatamente?
La red de carreteras tailandesas es de excelente calidad y, la mayoría de las veces, el acotamiento va con una demarcación para la circulación de vehículos de dos ruedas, donde transitan sobre todo scooters.
La nota disonante de la balada es que para virar hacia el Sur viniendo del Este, no hay, para desgracia nuestra, ninguna carreterita, senderito o atajito posible.
Entonces, hay que negociar un tremendo giro: nada más y nada menos que el de la periferia de Bangkok.
¡Un verdadero infierno!
Tini y Anja
De pronto, ya estábamos circulando en carreteras de doce, catorce y dieciséis vías, en medio de una colosal animación que duró tres largos días.
Aun con una banda lateral bien delimitada, esas arterias, totalmente congestionadas de gente con prisa, no están suficientemente adaptadas para la circulación en bicicleta.
Para colmo, en un cambio de vía, fuimos a dar a una vía en contra sentido.
Por favor, sáquennos de aquíiiiii!!!!!
Cuando pedimos consejo a un policía nos dijo que la única posibilidad de salir de ahí, era la de continuar en contra sentido y esto, por varios kilómetros, hasta dar con otra salida.
Y así lo hicimos.
Hay que decir que, en Asia, circular en contra sentido es muy común, pero para nosotros es terriblemente desestabilizante. Para colmo de los colmos, ese fin de semana estaba iniciando el periodo vacacional tailandés. En fin, podríamos decir que esto le pone sal a nuestra aventura, pero definitivamente, esto es de esas cosas que se disfrutan más cuando ya pasaron.
Al final del cuarto día, ya habíamos apuntado hacia el sur y milagrosamente, nuestro entorno comienza a mejorarse.
El 20 de marzo, de nuevo un poco de sal.
Pero esta vez, sal de a de veras.
Llevábamos varios kilómetros recorriendo una vasta planicie pero, a medida que avanzábamos, nuestra planicie se iba cortando en mil parcelas y cada parcela se descomponía en hileras y cada hilera de montoncitos.
Montoncitos cónicos y blancos de sal.

Un superlativo mosaico de luces, serpenteado por dos filas indias de obreros.
He aquí la imagen que va a ocupar completamente nuestra atención: como en una coreografía, dos hileras de portadores se cruzan en un movimiento admirablemente coordenado.
Los portadores que entran en la parcela traen las canastas vacías, los que se alejan las llevan llenas.
Aplastando su cuerpo y forzando su paso, sobre los hombros de obreras y obreros se balancea una palanche (doble canasta vietnamita suspendida en cada extremo de un carrizo de bambú) con 20 o 30 kg de sal.
Cuantos pasos forzados, cuantos giros de vals cuanto llenar y vaciar para desalojar todos los montoncitos de una misma parcela, para ganarle al sol de medio día.
Unos minutos de contemplación frente aquel magno espectáculo fueron suficientes para hacernos olvidar los cuatro días de agitación que acababan de pasar.
Recorriendo este sendero conocimos a Tini y Anja. Dos chicas viajeras alemanas que salieron en septiembre pasado desde su país y, de “rire” en “ride”, llegaron hasta la frontera con China. Ahí se compraron una bicicleta para continuar su viaje hasta Malasia. País de origen de Tini. Fue un encuentro que nos llevó a compartir inolvidables momentos en las rutas y en torno a la mesa.
En Chat Am, por fin en la orilla del mar, pasaremos dos días. De no haber encontrado tantos alborotados turistas hubiéramos podido quedarnos más tiempo. Pero con un buen baño de mar, un buen paseo a pie y una tarde sobre la arena, nos sentíamos como nuevos.
El 22, con un ojo en la ruta y otro hacia el mar.
Con mucho cuidadito para no chocar contra los enormes tendidos de pescado y calamar que se ponen, sobre zancos, a secar.
Pran Buri
Una visita relámpago a Hua Hin, un antiguo pueblito de pescadores que la inoportuna sobredemanda de cálidas y lindas playas convirtió en foco turístico. Por suerte, teníamos tiempo suficiente para ir hasta Pran Buri a pasar la noche. La playa de las gigantescas mariposas marinas, o mejor dicho, el lugar preferido de los “Kytesurfers”.
El 23, en ruta de nuevo para atravesar el “Khao SamRoi Yod National Park”. Al cruzar este parque el riesgo no seria, como en la India, de toparnos con un elefante o con un tigre, sino de resbalarnos o de aporrearnos rodeando las numerosas instalaciones acuícolas para el condicionamiento de camarón, que desbordan sobre la carretera e impiden visibilidad.
Toda esta parte del país está llena de casas de golondrinas.
En Asia, cuando las golondrinas se instalan en un edificio, cualquiera que sea, el edificio es abandonado para que las golondrinas lo invadan. Tiempo después, sus nidos abandonados se recuperan y se comercializan.
Una vez lavados, esos nidos son altamente apreciados en la gastronomía tradicional por su alta concentración en bondades y virtudes cuyo valor puede elevarse hasta 3500 € por kilo.

Si la producción mensual se cuenta en kilos, es compresible que la gente prefiera alojar a los pájaros en lugar de espantarlos. A parte de producir nidos, el grito de miles de pájaros en una sola casa, engendra una resonancia que se escucha a cientos de metros  a la redonda.
Prachuap Khiri Khan está situado en la parte centro del país, la más estrecha, a la orilla del Golfo de Tailandia y a solo 15 km de Birmania.
Un lugarcito hermoso como ninguno donde sólo habíamos previsto pasar una noche, se fue volviendo nuestro rincón paraíso.
Horizonte, espacio y tranquilidad.
Es todo lo que nos retiene esta pequeña ciudad desde el 23 de marzo.
Nos sentimos tan bien aquí, que nos hemos instalado en un departamento.
Tres bahías se suceden. Prachuap Khiri Khan es la de en medio.
Hay que imaginarnos en un lugar, como en las películas de amor, con un fondo azul (o rojo, según la hora del día) que se pierde en el espacio infinito.
De cada lado de una banda de arena blanca, un circo de montañas se adentra en el manto azul salpicado con barcos de mil colores.

Esto es gozo para los ojos y elevación para el espíritu.
A lo largo de los siete kilómetros del malecón, las casas de los pescadores se mezclan harmoniosamente con las pulcras fachadas de las casas y edificios modernos.
En el corazón de la ciudad: el mercado, los templos y los comercios, olores, bullicio tradicional y todo lo que necesitamos.
La cereza que corona el pastel es la sonrisa de sus habitantes, su acogimiento, su respeto. Es muy probable que lo auténtico de este lugar, no se conserve por mucho tiempo más.
Razón de más para aprovechar nuestra suerte de estar aquí.
Frente al mar, el departamento que nos aloja actualmente está anexado a la casa de Suthat y Somboon.
Una amable pareja de jubilados con quien nos sentimos algo más que simples inquilinos.
A cinco minutos a pie de nuestro alojamiento se encuentra una formidable colina y sobre su cima, un templo.
La colina y el templo forman el espectacular santuario de los monos macacos. Nuestros nuevos samigos.
En Prachuap nos sentimos fantásticamente.
Llevamos 15 días instalados pero no es suficiente, nos quedan muchos espacios por descubrir así que aquí continuaremos.

No hemos abandonado nuestro viaje, queremos ampliar su dimensión, continuaremos compartiéndola con todos.



Galería de fotos

Volver al inicio