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2011 - TURQUIA - Las ciudades greco-romanas - Comentarios

TURQUIA
Las ciudades greco-romanas
2011
13 de noviembre - 07 de diciembre

Siguiendo hacia el sur, por la costa oeste sobre el mar Egeo, nos preparamos para un descenso hacia Troya, Asos, Ayvalik, Foça, Izmir, Efeso y Bodrum
Un viaje hacia la antigüedad que hubiéramos preferido realizar en alfombra mágica para sobrevolar los elevados y majestuosos relieves de esta tierra. 
Casi el 80% de territorio turco está cubierto de montañas.
En este abrupto y accidentado panorama, cargados como mulas, enfilamos más de 1000 km, contados en ciclos de 30 min cuesta arriba, lentamente para evitar la traspiración y el jadeo, 30 preciosos segundos de contemplación desde tremendas alturas y 3 min de desfachatada conmoción en bajada vertiginosa, antes de remolcar, cuesta arriba, la siguiente colina. 
Efeso
Suerte para nosotros que las carreteras de esta región gozan de excelentes condiciones, la mayoría, con un acotamiento más ancho que lo normal. 
Suerte también que, ciertos días, el viento aligeró nuestro ascenso y que nuestras rodillas y bicicletas nos dejaron trajinar, sin replica ni injuria, soportando toda nuestra carga de un monte a otro.
¡La antigüedad greco-romana es el precioso presente turco! 
Incontables vestigios de la grandeza y del esplendor de esta época reposan a lo largo de la costa oeste. 
Ahí, como cualquier cosa, yacen en mil trozos esparcidos en el suelo, escapando mágicamente a las garras de la hiedra, como decididos a fosilizar su gloria. 
Algunos encaramados en lo alto de las colinas (Asos, Priene, Myra ...), los otros entre rocas y praderas (Troy, Éfeso, Mileto, Euromos, Halicarnaso…). 
A diferentes grados de conservación teatros, muros y fachadas, caminos, fosas y tumbas, templos y Acrópolis, derrumbados o milagrosamente elevados, muestran todos, la proeza de un arte consagrado a la veneración de deidades ahora extinguidas. 
Frente a un tal espectáculo, no se puede evitar el impetuoso deseo de abrazar y hasta besar esos, semejantes trozos de la historia. 
Frente al prodigio que logró enclavar el tiempo, no podemos sino sentirnos cautivados, maravillados… 
¿A dónde se fue tanta virtud, tanta inspiración?
¿Por qué 2000 años después, no sabemos vivir mejor?
Dentro de otros 3000 años, ¿qué quedará de nuestra época?

Para darle brío a nuestro presente, tomamos un barco que nos llevaría desde Bodrum hasta la península de Datça
Bajo el cielo azul, la luz de la mañana radiaba sobre el mar en deleitable quietud. En tan romántico susurro, ¿cómo imaginarse que nuestro día terminaría en lo alto de una helada montaña? 
Una noche bajo la tienda de campaña, una velada de supervivencia de apenas 3°C. 
En este circo de montañas, el otoño no es la mejor época para vagar en bicicleta. Sobre todo, si durante kilómetros y kilómetros, ni hotel, ni gente, ni posada, ni nada de nada…
Pero la geografía de este país es tan variada que a pocos kilómetros de distancia, se abren regiones completamente diferentes, con todos los cambios que esto implica en el paisaje, en la temperatura y en la vegetación.
Detrás del circo helado de montañas, nos esperaba el generoso sol y el mar azul de Marmaris.
Al parecer, en verano, Marmaris es como un hormiguero donde el ruido, la agitación y la basura llegan a ser insoportable. 
Una ciudad totalmente desaprobada por nuestro guía, pero que la inclemencia otoñal de nuestro éxodo, lo reveló como un pequeño paraíso. 
Marmaris
“Luna de miel”, más que un hotel, una excelente dirección, para los adeptos al desarraigo. 
Desde la altura de sus balcones, Marmaris parece como un gran lago, en torno al cual la trayectoria del sol pone en movimiento el fascinante circo de montañas.
La complejidad del paisaje se refleja en la forma de vida y las tradiciones turcas. 
Y en particular, la increíble diversidad culinaria, una de las más vastas del mundo, hace creer que este entorno, inclemente y empinado, sabe también ser hospitalario. Cantidades colosales de frutas y verduras de todo tipo y color, así como pescados y mariscos abundan en todo el país. 
Para los amantes del arte culinario, la cocina turca puede parecer un abismo de color y de imaginación un tanto insólito. La variedad de productos, la manera de prepararlos y de asociarlos para componer los diferentes platillos, entradas, ensaladas, postres… da la impresión de que uno podría pasar su vida estudiando y pecando de gula en esta impresionante herencia milenaria.
Y para evitar emanar los vapores después de un suculento platillo, sólo hay que frotarse las manos, la ropa y el pelo, con las gotas de colonia que, por tradición, se ofrecen en restaurantes y comercios de alimentación.
¡Henos aquí en diciembre! 
De Marmaris a Estambul, ya no podremos continuar en bicicleta. 
Más de 1200 km en este disparatado pero cautivante paisaje, nos han tomado más del tiempo estimado. 
Es el momento de acelerar, si queremos disfrutar del Sur del país, antes de nuestra navidad en familia.
Habría que ver como nuestras bicicletas y nuestras 12 maletas fueron prensadas y estrujadas en el cofre del autobús que nos conduciría a Fethiye, para visitar las tumbas rupestres en los acantilados. 
Pero desde la ventanilla del colectivo, la perspectiva de la carretera es otra que desde una bicicleta. 
Viendo así la sucesión de colinas y las tremendas curvas en el entorno, no pudimos sino felicitarnos de haber optado por ese transporte. 
En autobús continuamos hacia Demre para visitar la antigua ciudad de Myra y la iglesia de San Nicolás, que nos recordaría que del cielo, Santa Claus cayó en Turquía. 
En autobús, también llegaremos a Anthalia, “la ciudad del cielo en la tierra”.

Luego de una pequeña estancia, desde ahí le diremos adiós al Sur turco, al mediterráneo, a la calidez del otoño y sin saberlo también, al circo de montañas.







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