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2014-02 CHILE De Santiago a San Pedro de Atacama

CHILE
De Santiago a San pedro de Atacama
2014
01 de febrero a 10 de marzo
Santiago y Valparaiso Ver el video
La ruta del desierto Ver el video


De Santiago a San Pedro de Atacama



Ecos de un camino un poco lejano Henos en Lima, Perú, mucho más rápido de lo que habíamos previsto. Aunque desde nuestra llegada al Continente Americano, hemos visto nuestro camino recortarse casi solo, más rápido de lo que habíamos planificado.

Al salir de Buenos Aires en Octubre 2013, creímos que llegaríamos a Ushuaia para festejar la llegada de 2014 pero, “empujados” por los vientos patagones, para dicha fecha nosotros ya estábamos llegando a Valdivia, 2000 km más arriba.

Recapitulando en tres líneas: después del zarandeo patagón, a tientas atravesamos los horizontes cercados y los extensos desiertos Chilenos, a principios de marzo nos encauzarnos hacia las altitudes Bolivianas y el 30 del mismo mes, llegamos a Lima.

Si al principio de nuestra travesía nuestro proyecto era hacer todo en bici, hoy nos felicitamos de haber cambiado de opinión.
Sentados lado a lado en el hueco del asiento de un bus, de un tren y, algunas veces, en la parte trasera de un vehículo particular, aprovechamos para leer o para dormir sin complejos, mientras que los interminables kilómetros de peligro o desolación se comprimían y se alejaban a nuestro pasaje.

En bici, sólo surqueamos los caminos que nos parecían bellos, abiertos y tranquilos, “asegurándonos” que nuestra carga sería, humanamente trasportable.

Dicho en otras palabras, sólo pedaleamos un tercio del paisaje total recorrido… Encontrar un trasporte no ha sido como pan comido, es más fácil hallar una lombriz gorda en un desierto que un bus que, a las primeras, acepte llevarnos, nosotros, y todas nuestras chivas.

Pero seamos positivos; esos trayectos empalmando un horizonte con otro, fueron una excelente ocasión para pensar en lo que realmente somos: VagaMondos por avidez, aguantadores por complicidad y ciclistas únicamente por placer.

Al despedirnos de Mayo y Álvaro en Santiago de Chile a finales de enero, nos lanzamos hacia la mítica ciudad de Valparaíso.

Para el mundo entero, Valparaíso significa “Valle del Paraíso” pero para la mayoría de los Chilenos, Valparaíso significa “valle de la inseguridad” y todos te desaconsejan la visita. Pero nosotros, como todos los que un día soñaron, queríamos por lo menos entrever la fisionomía de su puerto y echarnos unos tragos de aquel aire marino de nuestros poemas lejanos…


En esos acordes caminábamos ya por las calles de la ciudad cuando, en la terraza de un café, una pareja retiene nuestra atención, un poco más de lo permitido. Sobre el momento de la emoción, un grito se escapó y luego otro, y luego otros, mezclados con risas y carcajadas. Nuestro inesperado encuentro con Anne-Marie y Gabriel (nuestros amigos y dueños de la casa rodante) alborotó a los paseantes del centro de Valparaíso. Pero esta grata sorpresa vino a darle un toque gustoso a nuestro paseo por la Ciudad Paraíso.

Apadrinada por la Unesco, Valparaíso atrae visitantes de todos los rincones del Planeta, pero, desafortunadamente como nos lo habían sugerido, no se puede deambular libremente por sus barrios sin tomar serios riesgos. Por suerte, la policía e incluso algunos habitantes sensatos, siempre saldrán oportunamente de cualquier parte para marcar el límite a los turistas.

El paso del tranvía y numerosas fachadas acentúan el encanto inglés del centro histórico, pero la verdadera identidad de Valparaíso reside en las vías verticales de sus funiculares. Subir en uno de ellos es como entrar en una película de Chaplin: misma época, mismo ambiente y, tal vez, mismo precio. Durante los años 30’s, la ciudad funcionaba gracias a sus treinta ascensores cuyo motor de vapor (datando de finales del siglo XIX) fue remplazado por un sistema eléctrico “moderno”. De los dieciséis preservados por la Unesco en 2003, seis funcionan aun.

Por la calle A. Prat se encuentra la terminal baja del “Concepción”, el más antiguo (1883) y también el más conocido. En éste subimos hacia el cerro del mismo nombre. Desde ahí, se domina el panorama sobre el viejo puerto, los barrios bajos del la ciudad y los otros cuarenta y un cerros más, todos vestidos por los mil colores de sus casitas.

En las alturas, bordeando las callejuelas, se puede escuchar a los muros hablar. Algunos entonan poemas o cuentan las fábulas locales, otros gritan la injusticia, blasfeman contra la exclusión o proclaman la próxima revuelta. Poco a poco, Valparaíso no será más que un viejo cuento pero hoy, ya sus hadas están agotadas.

Una vez más nos despedimos de Anne-Marie y Gabriel, esperando que el Mundo nos acuerde una nueva cita, no muy lejana.

De ahí, tomamos la ruta hacia la pequeña ciudad hermana de Valparaíso: Viña del Mar.

Gigantesca villa vacacional, Viña del Mar no es solamente abrazada por los Chilenos sino también por todos los latinoamericanos, particularmente a la hora de su festival internacional de música, conocido de todos.

Nosotros, sólo la veremos de paso, o de “pasitito” para poder contemplar el vuelo de los pelícanos y las piruetas de los lobos marinos.

Increíblemente azul esta orilla del mar en Chile, casi siempre recubierta de rocas o detenida por un barranco. Sobre los 4200 km de litoral chileno, las playas de arena fina son más bien raras, en su lugar es común ver los arrecifes rocosos y en su entorno, los mejores espectáculos marinos. En esos acuarios naturales, una micro sociedad de aves y mamíferos marinos hace durar y perdurar las mismas escenas del atolladero planetario: los ávidos y poderosos, los sumisos, los agiles, los oportunistas, los sufridos, los originales… cada uno juega y hace jugar los acordes de los otros en nuestra cruel lucha ancestral: la distribución (o apropiación) del espacio y del alimento. Un delirante espectáculo suspendido en el tiempo.

Dejando atrás Viña del Mar, haremos escala en Quintero, Papudo, Los Vilos, La Serena, Vicuña, Vallenar, Huasco, Carrizal, Barranquilla, Bahía Cisne, Bahía Inglesa, Caldera, Chañaral y Antofagasta, antes de llegar a San Pedro de Atacama, joya ecléctica del país.

El camino es hermoso. Hemos pedaleado todo el día ciñendo una quebrada impresionantemente salpicada de lujosas residencias, sobrevolando la orilla del mar, bajo un cielo absolutamente límpido. Hacia el final de la tarde comenzamos a divisar la bahía más poblada que Chile nos dejara visitar, Papudo, o el “Caribe” Chileno, si prefieren. ¡Otro espectáculo marino! Eran tanta la gente que ahí estaba que no había un espacio más; ni en la playa ni en el agua. Nosotros (los originales del cuadro), de todas maneras, no pensábamos ir a la playa antes de tomar un alojamiento.

Pero, justamente, encontrar alojamiento en esta ciudad de vacacionistas opulentos (los ávidos y poderosos), donde el camping está prohibido y donde sólo hay habitaciones disponibles en los hoteles más lujosos. No podemos continuar nuestro camino, la noche caería antes de poder llegar a la próxima ciudad. Tenemos que encontrar la manera de alojarnos aquí pero sin desfalcar nuestro presupuesto. ¿Pero cómo? En el malecón un turista nos sugiere acampar en un bosque, al fondo de la bahía. Para llegar hasta allá, nos aconseja ir a ver a los Carabineros (la policía chilena); ellos conocen bien ese camping, nos dice. ¿Buena, o mala idea? Obviamente los incorruptibles Carabineros no están no están donde están por autorizar los actos prohibidos y encogiéndose de hombros, dicen no poder hacer nada por nosotros. Desanimados, decidimos salir de la ciudad y ver sobre el camino la posibilidad de acampar. En las áreas aledañas al bosque, preguntamos dos veces. La segunda respuesta nos sugirió buscar una solución en el cuartel de bomberos. Ya alguien nos había mencionado que los cuarteles de bomberos siempre se disponen de locales (…), pero en Papudo, no es el caso. Medio mosqueados por no poder ayudarnos, nos sugieren ir a ver con el dueño de la frutería de la esquina “él tiene un terreno muy grande y es una persona muy amable…” Cuando Don Jesús Cerpa nos vio llegar, nos dijo “los vi pasar varias veces, los estaba esperando”.

Fue así como encontramos alojamiento esa noche en Papudo y que conocimos a Ignacio, hijo de Don Jesús. El momento de ese encuentro, fue el momento revelador de nuestro “peregrinar” de ese día. Ignacio estaba preparando su primer viaje en bicicleta. Curiosa casualidad. Encuentro, intercambio, amistad, son valores que en ningún spa, por muy lujoso, te los dará.

En nuestra ruta chilena los amigos de nuestros amigos, se volvieron nuestros amigos, a los cuales se sumaron también los amigos de la red de viajeros Warm Showers. Fernanda y María José nos recibieron en Los Vilos; Marco y Paola, en La Serena; Sangin (así como Guilherme y Katia) en San Pedro de Atacama.

Chilenos y Expatriados, todos nos recibieron con un calor y una amabilidad tan naturales que hasta el más resistente se engreiría. La gente que vive en Chile, propios y extranjeros, se siente orgullosa de ello, ya que (todo el Continente lo sabe) es el país más desarrollado y el menos corrupto de la América Latina. Nuestra más grata satisfacción será la de haber descubierto algunas de sus más fuertes venas: la de su civilidad, su confianza y su amistad. Un verdadero regalo para dos VagaMondos que tratan de descubrir el Mundo en bicicleta.

Nuestra segunda más grata experiencia Chilena fueron nuestros paseos en la Región de Atacama. Única Región del Mundo en la que, como por encantamiento, el cielo muestra sus noches más espectaculares y, en pleno día, consiente a la Tierra el capricho de crear los horizontes más insólitos.

Eso, no es para contarse. Es para vivirse.

Si un día pueden, regálenselo.

Entre tanto, les deseamos la más linda primavera!!!


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